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Entre la euforia y la culpa

5% de la población mundial es comprador compulsivo, un trastorno que afecta a hombres y mujeres de todas las edades y niveles socioeconómicos.

Tomer Urwicz

Una mujer camina apurada por un centro comercial. Tiene 35 años y lleva varias bolsas en la mano. Frena delante de una vidriera y se tienta con unos zapatos de taco que "justo" están en oferta. Pide un par talle 37 y, de paso, prueba unas sandalias que le "vienen bien" para el verano. Siente satisfacción. Abre su billetera y piensa con cuál de sus cuatro tarjetas de crédito le queda mejor pagar. Esa es la imagen típica de un comprador compulsivo. Pero cuidado: se trata de un estereotipo que no necesariamente tiene un correlato con la realidad. Estudios recientes demuestran que la problemática tiene una tasa similar en hombres, incide en todos los sectores socioeconómicos, afecta a personas de todas las edades —aunque suele comenzar en la adolescencia— y, en general, se utiliza efectivo para no dejar rastros. Incluso hay quienes llegan a robar.

El 5% de la población mundial compra en forma patológica. Si bien hay investigaciones internacionales que varían en esta cuantificación, todas coinciden en que la cifra va en aumento. ¿Por qué? "Las compras y la posesión de artículos de ciertas marcas se consideran de estatus, se asocian al éxito", dice el psiquiatra Fredy Da Silva. "Y la publicidad y el marketing inciden poderosamente". Más disponibilidad y visibilidad de productos, más consumo y, por tanto, más adictos. En esta última palabra está la clave.

El trastorno de compras compulsivas es una adicción sin sustancias, como lo pueden ser el juego, el sexo e Internet. De ahí que también es conocido como oniomanía, término de origen griego que significa "locura por comprar". Consiste en "un afán desmedido, recurrente y, sobre todo, sin control por adquirir cosas, aunque estas no sean realmente necesarias", explica la psicóloga Mariana Alvez. A diferencia de una simple compra impulsiva —sin que medie la razón— que cualquiera puede efectuar, el adicto conlleva altos niveles de estrés y graves consecuencias en la vida personal: desde endeudamiento hasta ruptura de lazos familiares.

Rosa (52) es adicta a las compras hace más de 15 años, aunque le cuesta calificarse de ese modo. Su perdición por la ropa la lleva a gastar, algunos meses, 30 mil pesos. Puede que parezca un monto irrisorio si se tiene en cuenta lo que cuesta un vestido en una tienda de alta gama, pero no para ella que pertenece a la clase media y que vive de su salario como profesional de la salud. Mucho menos para su esposo, que es quien maneja las finanzas del hogar.

El vestidor no le da abasto y ya ocupó otros rincones de su hogar. Hay prendas que aún conservan la etiqueta porque nunca las uso. Ni siquiera sabe que las tiene, ya que le pasó de comprar un pantalón que, en realidad, ya había adquirido antes. "Para cambiar de temporada y encontrar la ropa de manga corta tengo que mover un montón de bolsas y valijas", cuenta. "El otro día, la empleada que colabora en las tareas domésticas me rogó: Por favor señora, no más ropa".

Es consciente de su situación desde que cumplió los 40. Fue durante una estadía de seis meses en Estados Unidos. "Estaba sola, ahorraba y el tiempo libre lo pasaba dentro de un shopping para llenar el vacío". Pero desde los treinta y pico le es imposible poner un freno. "Después del compartir con la familia, comprar es la máxima satisfacción". Un placer que le dura apenas unos instantes. "Luego siento culpa y cuando llego a mi casa me doy cuenta de que fue un gasto innecesario". Claro, a su hogar, dice, le falta más inversión, sin embargo no puede dejar de tentarse cuando se encuentra con una liquidación. Y en lugar de un producto, se lleva dos o tres.

"La compra compulsiva es menos llamativa que otras adicciones", señala a Domingo la referente en el área Marianela Denegri, directora del Centro de Investigación en Psicología Económica y del Consumo de la Universidad de La Frontera de Chile. "Nos llama la atención que alguien vaya por la calle bebiendo o inyectándose, pero no cuando vemos a alguien con muchas bolsas de compra; incluso causa cierta envidia".

Pero cuando de un simple impulso se pasa a un comportamiento reiterado, tarde o temprano el entorno de la persona se da cuenta. "Es una adicción con fuerte base en la angustia y la ansiedad", dice Denegri. "Va acompañada de otros trastornos como depresión, crisis de angustia, problemas alimenticios, alcoholismo o adicción a los fármacos".

A Rosa le diagnosticaron depresión. En sus ratos libres, en lugar de ir al club como hacía antes pensaba en qué objeto nuevo podía comprar. Además, se alegra cuando alguien reconoce su preocupación por la apariencia y se avergüenza cuando su hijo trae invitados a la casa y "no está todo impecable". Su hermana también es adicta a las compras, incluso llegó a endeudarse y pelearse con la familia por razones de dinero.

"Las adicciones, en general, son el resultado de la interacción entre los genes y el ambiente", explica la psicóloga Alvez. Rosa tiene la hipótesis de que en ella incidió la crianza. "No tenía la posibilidad de comprar y comprar como sí lo hacían algunas compañeras de la escuela". Y eso, reconoce, le daba celos.

Para su suerte, no canalizó la angustia que le produce su problemática con drogas. Distinto es el caso de Alejandra (31). A los 13 empezó a consumir alcohol y a los 15 a obsesionarse con la ropa, el maquillaje y su figura. ¿Por qué? "Me ayudaba a relacionarme más fácilmente en el liceo", cuenta. Sus padres, que estaban en una buena posición económica, solían comprarle todo lo que ella deseaba. Pero le faltaba afecto y diálogo. Pasaban muy poco tiempo en familia y a los 20 años, cuando su hermano se fue a vivir al exterior, ella se sintió sola en el mundo. Para "mantener la cabeza ocupada" recurría a las compras todos los días. "Me daba placer volver a mi casa victoriosa, con muchas bolsas en la mano, que la gente me mirara por la calle con envidia".

Cansados de la situación, sus padres le sacaron la tarjeta de crédito y la forma que encontró de conseguir dinero era mintiendo. Fingía una necesidad o que sus amigas tenían lo que ella no. Hasta que un día a su padre le faltó plata de la billetera. Fue entonces que notaron la enfermedad.

Hace 32 meses que Alejandra está "limpia" de alcohol y controla sus gastos. Sí, hace la cuenta en meses porque este proceso de terapia le implica cierta abstinencia. "La adicción a las compras es más ardua de vencer que la adicción a la cocaína", dice Pablo Rossi, director de la Fundación Manantiales, donde se atiende esta joven. No hay sustancias "más suaves" que puedan aplacar la ansiedad —aunque sí se trabaja con psicofármacos para los trastornos asociados— y, por momentos, deben realizarse técnicas de relajación —caminar, ducharse, escuchar música y respiración diafragmática—.

Tratamiento

En Uruguay, no hay un grupo de compradores anónimos. Los adictos al consumo realizan terapias con psiquiatras y psicólogos que buscan modificar las conductas e intentan encontrar cuáles son los "vacíos" que llevan a la persona a su adicción. "Lo primero es reconocer la dependencia y las consecuencias que ésta trae en su vida y de quienes lo rodean", señala Rossi. Luego, se trabaja en modificar los impulsos: portar poco dinero en efectivo, hacer un listado de las compras estrictamente necesarias, tener un balance de los gastos del hogar y no usar la tarjeta de crédito.

"Cuando compramos con tarjeta de crédito", dice la psicóloga Alvez, "somos menos conscientes de todo lo que estamos gastando". De ahí que esta modalidad de pago sea la más frecuente entre los adictos —sobre todo por su posibilidad de refinanciamiento—. Pero, también es la forma más fácil de controlar por parte de los familiares, por lo que muchos recurren al efectivo.

La reventa de productos, generalmente en tiendas de segunda mano o a través de Internet, es uno de los mecanismos más extendidos para conseguir efectivo. La otra es sacar de un cajero dinero en pequeñas cantidades, cosa de no llamar la atención de quien controla la tarjeta. Es que si bien en Uruguay hay compradores que pueden gastar 15 mil dólares en ropa en un día, la mayoría busca artículos económicos que ni siquiera tienen que ser de marca.

El hijo de Rosa suele decirle que es preferible que realice una compra importante, en lugar de juntar "pequeñeces". A ella, por ejemplo, las tendencias no le importan. Compra ropa "clásica" que luego intenta combinar, si es que usa la prenda. De hecho, llegó a un acuerdo con su familia de que si un vestido no lo usa durante dos años, lo tiene que donar.

Eso sí, cada vez que llega una nueva colección a una de las grandes tiendas de vestimenta femenina, recibe el llamado del local que le ofrece la exclusividad para conocer los productos. "En general el vendedor se aprovecha porque recibe comisión", dice Rosa. Incluso hay dueños de importante empresas que piden no llamar a este tipo de clientes, pero les es imposible el control.

"Todavía no hay responsabilidad social de las empresas en cómo actuar ante este problema", dice Gustavo Rodríguez, director de ID Retail. En el fondo "las compañías no quieren consumidores enfermos porque el beneficio es a corto plazo". Aun así, hay estrategias que favorecen la compra impulsiva: "el momento de compra debe ser gratificante", afirma el investigador. "Si estamos relajados, bajamos la guardia y compramos más".

Otro de los aspectos que involucra a las empresas es el uso de bolsas de basura para ocultar las compras, de modo tal que el adicto pueda disimular su adicción ante su familia. Así lo confirmó a Domingo el dueño de una de las principales casas de vestimenta femenina que hay en el país.

Distinto es lo que ocurre en compradores que les interesa mostrar la marca o que son adictos a una compañía concreta. Esta situación es más frecuente en el campo de la tecnología.

Rosa opta por pedir en las tiendas una bolsa grande y luego coloca allí lo que adquiere en otros lugares. La tarde, ni bien sale del trabajo, es su horario preferido. Intenta que no haya otros compradores haciendo fila para la caja porque en ese momento le "viene la culpa". De todos modos, no optó por evitar la situación comprando por Internet. "Me reprimo porque sé que si ingreso no paro", reflexiona.

Los compradores compulsivos también suelen apelar a las empresas de venta telefónica inmediata, aun cuando los productos que ofrezcan no sean necesarios, dicen los especialistas.

Rosa justifica las compras innecesarias diciendo que son para su hijo. "Los padres, especialmente de clase media, tienen muy internalizado que son mejores padres si les compran más cosas a sus niños para que nada les falte", explica la psicóloga Denegri. "Si no estoy con ellos entonces les compro cosas y así me siento menos culpable".

Todo el aparato de marketing y visibilidad de productos está a la orden. "Se utilizan trucos cognitivos en las formas de pago: compre ahora y pague en marzo, lo que genera una falsa ilusión", sentencia Denegri. Por eso los especialistas llaman a Navidad y Fin de año "las fiestas de la impulsividad".

¿Qué actitudes son señal de alarma?

El comprador compulsivo declara que el único momento en que es feliz es al comprar y cambia de humor cuando no puede hacerlo. Adquiere productos que no tienen utilidad y lo justifica diciendo: "estaba en oferta" o "después lo podemos necesitar". Guarda objetos sin estrenar o adquiere dos veces un mismo producto sin darse cuenta. Siente culpa por una compra. En un centro comercial, está ansioso y se calma cuando compra. No presta atención a las críticas de la familia, los acusa de no comprender que son cosas necesarias. Se queja de que no le alcanza el dinero o está sobregirado en sus tarjetas de crédito pero no se detiene. Su tiempo libre lo dedica a ir de compras e incluso puede faltar a actividades familiares.

Ellos prefieren tecnología

"A las mujeres siempre las van a ver con más bolsas que a los hombres porque ellas, en general, se encargan de las compras de la familia", dice la psicóloga chilena Marianela Denegri. Este etereotipo, comenta, tiene que ver con un sesgo asociado a los roles de género en que ellas son vistas como compradoras impulsivas, sobre todo en las zafras de Navidad o, como este fin de semana, en las rebajas de los shoppings. Pero los hombres también actúan de este modo. La diferencia está, dicen los especialistas, en qué tipo de productos atrae a uno u otro consumidor. Ellas suelen adquirir ropa, zapatos, joyas y productos de belleza. Ellos, en cambio, optan por tecnología, artículos para el auto, música, y herramientas para el hogar.

Tentación a un solo click

Las compras presenciales siguen siendo las más habituales, pero "Internet se establece como un potente factor de riesgo en el desarrollo" de la adicción a las compras, dice un estudio del hospital español de Bellvitge. La facilidad del pago, la posibilidad de acceder a catálogos y, sobre todo, la enorme cantidad de descuentos son los principales encantos de la Red. Sin embargo, en el caso uruguayo las compras en el exterior están limitadas. En el caso de quienes traen desde Estados Unidos vía alguna de las empresas que ofrecen el servicio, pueden hacerlo hasta cinco veces al año. Por eso, algunos usuarios utilizan la identidad de otros familiares (con su consentimiento o no) para seguir comprando. Pero el tener topes y controles suele desalentar a los adictos.

Endeudamiento juvenil

Realidad que toma impulso

Tres de cada diez uruguayos tiene una deuda generada ya sea por un préstamo en efectivo o por contraer un crédito, según el Monitor de Créditos de Opción Consultores. La proporción aumenta con la edad y alcanza al 48% de los mayores de 60 años. Sin embargo, investigaciones en la región señalan que cada vez hay más endeudamiento en edades tempranas. Cuatro de cada diez compras que realizan los jóvenes universitarios chilenos son por impulso, sin que medie la razón. La reciente llegada de este grupo al mercado laboral hace que no pueda costear sus gastos y la deuda se agrande. Estos jóvenes "crecieron de lleno en el modelo económico neoliberal que fortalece estereotipos vinculados al consumo como fuente de satisfacción, felicidad y poder", explica Marianela Denegri, directora del Centro de Investigación en Psicología Económica y del Consumo de la Universidad de La Frontera de Chile, quien coordinó el estudio. La compra de un artículo nuevo es una forma de "identidad" porque el "ser fue desplazado por el tener". En cierto modo, dice la psicóloga, "todos somos impulsivos por momentos". Es que el deseo es acercarse al "ideal" de uno mismo comprando objetos: si uno es bajito y quiere ser alto, adquirirá zapatos con taco. El riesgo es que la compra impulsiva es una variable más en el camino a la adicción (compulsividad). "Una compra impulsiva de vez en cuando no es para preocuparse", indica, "pero si cada vez que voy a un comercio necesito comprar algo no planificado, hay un síntoma de alerta", concluye.

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De amores tóxicos y relaciones sanas
18/Feb

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